Mi intuición es la que elige los colores de cada mandala. Me dejo llevar, miro el esquema que queda con la pintura dimensional y dejo volar la imaginación. A veces, solo a veces, recurro al círculo cromático para equilibrar entre colores cálidos y fríos, o complementarios.
Como podrás apreciar, el centro casi siempre es de color amarillo. Esto se debe a que el centro de cada mandala representa el centro del alma de cada ser. El punto central de este círculo representa el núcleo divino o, más concretamente, el «yo». Por eso, el objetivo del color amarillo es aportar luz.
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